La lectura está recomendada para principiantes, pero sobre todo para los niños que están aprendiendo el idioma inglés.
Once upon a time there were three little kittens, and their names were Mittens, Tom Kitten, and Moppet. They had dear little fur coats of their own; and they tumbled about the doorstep and played in the dust. But one day their mother--Mrs. Tabitha Twitchit--expected friends to tea; so she fetched the kittens indoors, to wash and dress them, before the fine company arrived. First she scrubbed their faces (this one is Moppet). Then she brushed their fur, (this one is Mittens). Then she combed their tails and whiskers (this is Tom Kitten). Tom was very naughty, and he scratched. Mrs. Tabitha dressed Moppet and Mittens in clean pinafores and tuckers; and then she took all sorts of elegant uncomfortable clothes out of a chest of drawers, in order to dress up her son Thomas. Tom Kitten was very fat, and he had grown; several buttons burst off. His mother sewed them on again. When the three kittens were ready, Mrs. Tabitha unwisely turned them out into the garden, to be out of the way while she made hot buttered toast. "Now keep your frocks clean, children! You must walk on your hind legs. Keep away from the dirty ash-pit, and from Sally Henny Penny, and from the pig-stye and the Puddle-Ducks." Moppet and Mittens walked down the garden path unsteadily. Presently they trod upon their pinafores and fell on their noses. When they stood up there were several green smears! "Let us climb up the rockery, and sit on the garden wall," said Moppet. They turned their pinafores back to front, and went up with a skip and a jump; Moppet's white tucker fell down into the road. Tom Kitten was quite unable to jump when walking upon his hind legs in trousers. He came up the rockery by degrees, breaking the ferns, and shedding buttons right and left. He was all in pieces when he reached the top of the wall. Moppet and Mittens tried to pull him together; his hat fell off, and the rest of his buttons burst. While they were in difficulties, there was a pit pat paddle pat! and the three Puddle-Ducks came along the hard high road, marching one behind the other and doing the goose step--pit pat paddle pat! pit pat waddle pat! They stopped and stood in a row, and stared up at the kittens. They had very small eyes and looked surprised. Then the two duck-birds, Rebeccah and Jemima Puddle-Duck, picked up the hat and tucker and put them on. Mittens laughed so that she fell off the wall. Moppet and Tom descended after her; the pinafores and all the rest of Tom's clothes came off on the way down. "Come! Mr. Drake Puddle-Duck," said Moppet--"Come and help us to dress him! Come and button up Tom!" Mr. Drake Puddle-Duck advanced in a slow sideways manner, and picked up the various articles. But he put them on _himself!_ They fitted him even worse than Tom Kitten. "It's a very fine morning!" said Mr. Drake Puddle-Duck. And he and Jemima and Rebeccah Puddle-Duck set off up the road, keeping step--pit pat, paddle pat! pit pat, waddle pat! Then Tabitha Twitchit came down the garden and found her kittens on the wall with no clothes on. She pulled them off the wall, smacked them, and took them back to the house. "My friends will arrive in a minute, and you are not fit to be seen; I am affronted," said Mrs. Tabitha Twitchit. She sent them upstairs; and I am sorry to say she told her friends that they were in bed with the measles; which was not true. Quite the contrary; they were not in bed: not in the least. Somehow there were very extraordinary noises over-head, which disturbed the dignity and repose of the tea party. And I think that some day I shall have to make another, larger, book, to tell you more about Tom Kitten! As for the Puddle-Ducks, they went into a pond. The clothes all came off directly, because there were no buttons. And Mr. Drake Puddle-Duck, and Jemima and Rebeccah, have been looking for them ever 69 since. | Había una vez tres pequeños gatitos, sus nombres eran Felina, Tomás y Minina. Tenían abrigos de pelusa blanda y esponjosa, y se pasaban todo el día jugando a la puerta de su casa y revolcándose en el polvo. Pero un día su madre - la Sra. Milagros Miau - había invitado a unos amigos a tomar el té, por lo que fue a buscar a sus gatitos, para lavarlos y vestirlos, antes de que llegaran las visitas. Primero les lavó las caras (esta es Minina). Luego les cepilló el pelo (esta es Felina). Luego les peinó la cola y los bigotes (este es Tomás). Tomás era muy travieso, y le gustaba rascar. La señora Milagros Miau vistió a Minina y Felina con delantales límpios y baberos de encaje; y después buscó en la cómoda ropa elegante e incómoda con la que vestir a su hijo Tomás. Tomás estaba muy gordo y además había crecido; así que cuando se puso la ropa los botones comenzaron a saltar. Su madre los cosió de nuevo. Cuando los tres gatitos estuvieron listos, la señora Milagros cometió el error de llevarlos al jardín, y así ella poder preparar tranquila las tostadas con mantequilla para la merienda. "Niños, ¡ahora mantengan limpias sus ropas por favor! Deben de caminar sobre sus patas traseras. Aléjense del vertero y de la gallina Sally, y de cerdo, y de los patos". Minina y Felina caminaron vacilantes hacia el jardín. No tardaron mucho en tropezar con sus delantales y caerse de bruces al suelo. Cuando se levantaron, ¡su ropa estaba cubierta de manchas verdes! "Subamos por la rocalla, y nos sentamos en la tapia del jardín", dijo Minina. Colocaron sus delantales al revés y se fueron saltando y brincando hacia la rocalla. El babero de Minina se cayó en el camino. Tomás apenas podía caminar sobre sus patas traseras porque los pantalones le quedaban estrechos. Subió por la rocalla con gran dificultad, abriéndose paso entre los helechos, mientras los botones de la ropa se le iban cayendo. Cuando llegó a lo alto de la tapia su ropa estaba hecha pedazos. Minina y Felina trataron de arreglarlo...¡pero lo estropearon áun más! Se les cayó el sombrero y los pocos botones que le quedaban al traje. Mientras estaban en esas oyeron unos pasitos y vieron aparecer, al otro lado de la tapia, a tres ocas, marchando una detrás de otra y marcando el paso... un, dos, tres ¡hip!, un, dos, tres ¡hop! Se detuvieron y se pusieron en fila, y se quedaron mirando a los gatitos. Tenían los ojos muy pequeños y miraron sorprendidos. Entonces las dos señoras ocas, la oca Rebeca y la oca Jemima recogieron el sombrero y el babero y se lo pusieron en la cabeza. Felina se echó a reír tanto que se cayó de la tapia. Minina y Tomás bajaron tras ella; cuando llegaron abajo se les había caído el resto de la ropa. "¡Por favor! señor Gansón", dijo Minina - "Venga y ayúdenos a vestirlo! ¡Venga y abotone a Tomás!" El señor Gansón avanzó lentamente y recogió la ropa con el pico. ¡Pero se las puso a sí mismo! La ropa le quedaba aún peor que a Tomás. "Es una muy buena mañana!" dijo el señor Gansón. Y el señor Gansón, abriendo la marcha, seguido de las señoras Jemima y Rebeca, se alejó con paso firme -un, dos, tres ¡hip!, un, dos, tres ¡hop!- por el camino. Entonces Milagros Miau apareció en el jardín y encontró sus gatitos en la pared sin ropa. Ella los bajó de la pared, les golpeó, y se los llevó de vuelta a la casa. "Mis amigos llegarán en un minuto, y no están listos para ser vistos, estoy muy enojada con ustedes", dijo la señora Milagros Miau. Ella les envió al piso de arriba; y siento tener que decir que ella les dijo a sus amigos que estaban en la cama por el sarampión; lo cual no era cierto. Todo lo contrario; ellos no estaban en la cama: no en lo más mínimo. De alguna forma se sentía ruidos muy fuertes, que perturbaban la dignidad y la compostura de los invitados a la fiesta del té. ¡Y creo que algún día tendré que hacer otro y más grande libro, para contarte más sobre el Gatito Tomás! En cuanto a las ocas, ellas se fueron al estanque. Y toda la ropa se perdió, porque ya no tenían ningún botón. Y el señor Gansón, y las ocas Jemima y Rebeca, han estado buscandolos más de 69 veces. |
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